
Domingo por la noche, con el mal rollo que siempre me daban porque me invadía una sensación rara, oscura, inquietante, que me vaticinaba el comienzo de una dura semana de trabajo y estudio. No se sabía muy bien por qué pero a partir de las siete de la tarde se le iba cambiando a una la cara y el espíritu para volverse sombrío y taciturno. Además, el rumor frenético y repetitivo del partido de fútbol como banda sonora lo hacía aun peor. Sin embargo, el lunes volvíamos a la ajetreada rutina con otro ánimo, mucho más positivos y enérgicos, dispuestos a afrontar la nueva jornada con la mejor de las sonrisas ya que, ciertamente, no quedaba otra. Esto me llevó a pensar infinidad de veces que somos capaces de hacer del domingo, día de descanso, disfrute, ocio y tiempo libre, un día horrible y deprimente por anticipar demasiado lo que al día siguiente nos espera, sin ser tan malo el lunes después de todo. Conclusión, que somos unos expertos en fastidiarnos un día precioso y valiosísimo nosotros mismos.
El caso es que ahora, a mí un domingo me da lo mismo. Da igual si es lunes, martes o sábado por la mañana. Desde hace ya bastante tiempo que me da exactamente igual el día que sea. El por qué está bien claro: no tengo trabajo, al menos no uno con las características clásicas como la jornada laboral comprendida de lunes a viernes, de 9 a 2 y de 5 a 8. Por eso me la repampifla (con perdón) que hoy sea domingo y, encima, el final de las vacaciones de Semana Santa.
No lo hubiera creído jamás si en aquella época estresante de la que hablaba antes me hubiesen dicho que los domingos me parecerían días como otros cualquiera. Pues sí, ha ocurrido.
Lo único que sí tengo hoy es mucho en qué pensar. Mañana vuelvo a mi tarea de preparar desayunos para todos los oficinistas de la zona, quienes acuerdan tomar la primera comida del día, la más importante, a la misma hora. Esto, por si no os habíais dado cuenta, implica una gran responsabilidad así que estaré dispuesta a dar lo mejor de mí cada mañana.
Por otro lado, mañana le toca sesión fotográfica a nuestra futura casa de huéspedes, eso sí, después de haberle lavado un poquito la cara.
Así que queda fijada la misión de mañana en relación a este precioso proyecto:
-Limpiar a fondo
-Fotografiar cada rincón
-Mostrároslo mañana sin falta en la próxima entrada
Y otra para vosotros, donde quiera que estéis:
-Seguid proponiendo nombres para la casita, para que queden agotadas todas las posibilidades y la bauticemos como se merece.
Se me ocurren a mí nombres como "Nómadas", "Travelers", no no, mejor en español que se supone que vamos a ofrecer auténticas vivencias del lugar; cañí, cañí. Bueno, dedicaré lo que queda de día a experimentar con nombres, a ver si así surge uno con personalidad y gancho.
Buenas noches y mejor final de domingo.