
Pues sí, supongo que esto es lo que pasa cuando una se mete en un proyecto como en el que nos embarcamos, que entre todos estos años y el trabajo en el piso, se ha creado un monstruo.
¿Los síntomas?: me fijo en las casas de los demás, cosa que antes no pasaba; lámparas, cortinas, fundas, alfombras, cuadros, espejos, jarrones, CENTROS DE MESA, la consecuente mesa, las sillas y cada pequeño detalle que cae en mi campo de visión. Pero hay más. No recuerdo ni un momento de mi vida en el que un escaparate de decoración para el hogar llamara mi atención, ¡never ever! Me aburrían, me agobiaban, me desesperaban esas tiendas. Sin embargo, las cosas han cambiado desde un tiempo a esta parte, lo noto. Me he obsesionado con tener el piso preciosísimo, original, acogedor y creativo. Y claro, he acabado convirtiéndome en lo que más coraje me ha dado toda la vida: en una decoradora acarreadora de muebles, grandes bolsas y cajas llenas de objetos. Eso sí, no me gasto un duro, que para eso tengo mi almacén del hogar particular, y qué juego me está dando, oiga.
Tengo miedo, ¿qué será lo próximo, mandar mi currículum a Sálvame? ¡¡Que Dios me ayude!! (Estoy aviada).
Y encima luna llena, no prometo nada...
Encima voy y sueño que un amigo vino a hacerme unos arreglillos en el piso y que, cuando me doy cuenta, se ha vuelto loco echando abajo las paredes de una habitación...qué rato más malo...
ResponderEliminar