sábado, 7 de abril de 2012

It's raining molletes


Acabo de llegar a casa después de mi primer día de trabajo en la cafetería. Resulta que mi puesto está en la cocina tostando molletes, pitufos y vienas básicamente. No es el trabajo de mis sueños pero tampoco es el peor del mundo, para nada. De hecho, he decidido llevarlo con gran orgullo porque será el que me permita cubrir la parte económica que requiera nuestra pequeña casita de huéspedes, que no es moco de pavo (qué asco me ha dado siempre esta expresión).

La verdad es que, echando la vista atrás, he hecho de todo: empecé los veranos en tiendas de ropa, luego entré la en universidad; mientras estudiaba, colaboraba para una página web y una emisora de radio; lo siguiente fueron las fotos en la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones) cosa que, cuando quise darme cuenta, llevaba haciendo cinco años; lo dejé para irme a Cardiff, ciudad en la que empecé currando en un hostel a la vez que encontraba trabajo en un italiano para compensar la falta de horas y de pasta, claro; del italiano me largaron porque no hablaba ni papa de inglés y era un sitio bastante pijo. ¿Para qué me cogen entonces? En fin, que fue chocante porque para mí era la primera vez que me echaban de un trabajo. Pero bueno, a la semana siguiente, tras la resaca del mundial, ya había encontrado trabajo en otro restaurante menos pijo de, agárrate, fish and chips. Ni que decir tiene que esta fritanga hiperrebozada no le llegaba ni a la suela de los zapatos a nuestra deliciosa fritura malagueña.
Volví de Cardiff pasado algo más de un año y estuve sin hacer nada, sólo buscando trabajo de periodista, empeñada en que el envío compulsivo de currículums daría su fruto en cuanlquier momento. A la vista está que me equivocaba así que en octubre me harté de estar sin oficio ni beneficio y pasé a formar parte de un restaurante de Málaga.
Cuando tuve un buen pellizco ahorrado, allá a finales de enero, lo dejé y me fui a probar suerte en Londres. Pero qué sorprendente me resultó la sensación que tuve al llegar allí y que me decía que era la peor idea del mundo. Londres se me apareció como una ciudad excesivamente cara, triste, abrumadora, superpoblada, donde más que buscar mi lugar como profesional de la comunicación y la fotografía, seguiría trabajando como una cabrona para conseguir el reto de llegar a fin de mes. NANAI.
Me volví para Antequera y me deprimí muchísimo. Me había gastado gran parte de mis ahorros, los planes no me salieron como yo esperaba y, para colmo, este no es un pueblo muy estimulante que digamos. Sólo tenemos iglesias, plaza de toros, el precioso mirador y el majestuoso Torcal, pero nada de mucha cultura, creatividad o alternativas en general, al menos en mi opinión.

Pero aquí estamos, construyendo un sueño y tostando molletes para conseguirlo, y además rodeada de buenos compañeros, ¿qué más puedo pedir?
Vamos que nos vamos...¡¡¡al rico mollete con zurrapa de lomo!!! (No puedo evitar descojonarme.)

3 comentarios:

  1. Se hace raro reir y llorar a la vez, pero a mí me pasa a menudo, porque en realidad creo que hay muchas situaciones en las que se mezclan los sentimientos y ésta ha sido una de ellas. Pienso que eres una tía muy valiente, que siempre te has buscado la vida, que has currado mucho y has estudiado muchisimo. Así que da igual el camino que recorras, porque siempre será así, superándote a tí misma. Ole por tí!

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  2. Fantástico post .. Me ha gustado muchísimo ... Te seguiremos y no dudes q cuando pase por antequera (cuidad a la k m une un vínculo especial ) ire a comerme ese fantástico mollete de zurrapa of course !! Laura fashionhadas

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  3. Muchas gracias Laura, espero que te siga gustando, que todavía queda mucho camino por delante. Un abrazo!

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